ITACA

Ulises anhelaba desde la salida de Troya llegar a Itaca para estar con su mujer Penélope y su hijo Telémaco
Partí hacia la guerra, 
dejé atrás a mi mujer 
Mi reino mi hijo mis tierras, 
todo aquello abandoné. 

Diez horribles años, entre sangre y maldad, 
allí sólo tenía un sueño… regresar 

Espérame, pronto he de regresar… 
¡Ningún Dios lo impedirá! 

Ya de vuelta a casa el cielo me castigó, 
por un mal que yo no hice, ni mi mano consintió. 

Si es vuestra justicia castigar el bien con mal, 
no soy hombre que se rinda… ¡ni que dude al pelear…! 

Espérame, pronto he de regresar… 
¡Ningún Dios lo impedirá! 

Pronto mi amor, estaré contigo. 
Todo el dolor olvidare contigo… 
Oigo tu voz cuando estoy perdido, 
sé fuerte amor… volveré… ¡contigo! 

Ni Dios, ni hombre, ni criatura infernal 
Conseguirán que no pueda volver por fin a mi hogar 

Espérame, pronto he de regresar… 
¡Ningún Dios lo impedirá! 

Espérame, pronto he de regresar… 
¡Ningún Dios lo impedirá!

A su llegada a Itaca  Ulises se encuentra con un torneo de tiro con arco convocado por los pretendientes de Penélope


Muchos años pasó Ulises lejos de su patria. Su hijo. Telémaco crecía año tras año hasta convertirse en un hombre. Su mujer, la reina Penélope era bellísima y el reino de Itaca muy rico.
La prolongada ausencia de Ulises, despertó la codicia de los caballeros de la corte que pretendían tomar posesión de la corona, pensando que Ulises estaba muerto. Estos nobles se instalaron se instalaron en el palacio de Ulises, comiendo, bebiendo y disfrutando de una vida regalada sin que Penélope pudiera hacer nada al respecto.
Cada tanto le ofrecían matrimonio a la reina, pero ella confiaba que su marido regresaría algún día y no sabiendo como deshacerse de esos sujetos infames tramó un plan: Instaló un telar y comenzó a tejer una intrincada tela y les dijo:- Hasta que no termine esta tela no puedo dar una respuesta. -Penélope se sentaba todo el día a trabajar con ahínco ante el telar, pero por las noches cuando todos dormían deshacía lo tejido durante el día. Así la tela no avanzaba prácticamente nada.
Las presiones de los nobles hacían sufrir mucho a Penélope y a Telémaco y juntos lloraban de tristeza.
Un día en que Telémaco deambulaba angustiado, vio llegar a un extranjero muy guapo vestido con un riquísimo traje de guerrero adornado en oro y plata.
Telémaco lo recibió en un lugar apartado del palacio, a salvo de curiosos y lo agasajó con un espléndido banquete. Desde allí se escuchaban las risotadas de los pretendientes que instalados en el palacio se entretenían jugando y bebiendo a costa de la corona.
Telémaco, apesadumbrado le confió al extranjero:- esas risas son de los pretendientes de mi madre. Creen que mi padre ha muerto y por esa razón usurparon el palacio disfrutando de los bienes de mi padre. y le preguntó:- Dime extranjero: ¿Sabes acaso si mi padre aún vive?
El extranjero no era otro que la diosa Atenea, que se había transfigurado como caballero para acercarse a Telémaco.
Tratando de captar su confianza le dijo:-He visto a tu padre. Está vivo, pero en una isla lejana y muy pronto regresará a Itaca.
Luego agregó:- Debes seguir mi consejo y no te arrepentirás: Mañana debes presentarte ante los nobles y decirles con firmeza que deben abandonar el palacio. Actúa con valentía y seguridad y te prometo que las futuras generaciones recordarán tu nombre.
Luego de darle sus recomendaciones la diosa Atenea le infundió coraje y valor. El que parecía un muchacho tímido y apocado se convirtió en un hombre recio y valeroso.
Telémaco quiso agasajar a la diosa con regalos pero ella se esfumó rápidamente.
Telémaco, con una nueva fuerza en su corazón se dirigió a la sala donde estaban reunidos los nobles y a viva voz les dijo:-¡Ya es suficiente por hoy! Mañana convocaré al Consejo y allí sabremos si van a seguir viviendo a costa de la corona o si yo puedo ser el rey de Itaca y dueño de mi patrimonio.
Los pretendientes no podían creer lo que veían. Ellos pensaban que Telémaco era un niño y ahora veían que se enfrentaban a un hombre de verdad.
Por la mañana, Telémaco convocó al Consejo y se dirigió al lugar seguido por sus dos fieles perros.
Cuando los nobles llegaron, Telémaco les dijo:- En primer lugar quiero expresar mi dolor ante la larga ausencia de mi padre, pero también quiero expresar mi desconsuelo ante el bochornoso comportamiento de estos sujetos que se dicen nobles, y aprovechan su ausencia para derrochar su patrimonio en juergas como dueños y señores de una corona que no les pertenece.
Los nobles se enfurecieron al ver la fuerza de Telémaco y le recriminaron:-No es nuestra culpa que nos hayamos instalado tanto tiempo en el palacio, sino de tu madre que nos ha engañado prometiendo que elegiría un nuevo esposo cuando concluyera su tela y ahora bien sabemos que desteje por la noche lo que teje durante el día. Una vez que tu madre elija esposo nos iremos.
Telémaco volvió a arremeter con fuerza:- Si no se van ya mismo del palacio, los dioses los castigarán sin piedad.
En ese preciso momento dos águilas sobrevolaron el lugar trenzándose en una feroz lucha hiriéndose a picotazos.
Un anciano al verlas dijo:- Este es un signo de que algo grave ocurrirá a los que pretenden la mano de Penélope.
Los pretendientes se rieron a carcajadas de las palabras del anciano y replicaron:-Si Ulises no ha regresado es porque debe estar muerto y no nos moveremos de aquí hasta que Penélope no elija un esposo.
Telémaco respondió: Entonces, me embarcaré e iré a buscar a mi padre.
Los nobles se burlaron una vez más. Solo Mentor apoyó a Telémaco y el Consejo se disolvió.

Telémaco, el hijo de Ulises

El hijo de Ulises, Telémaco, decidió ir en busca de su padre ya que no encontraba la manera de deshacerse de los nobles que se habían instalado en el palacio de su padre.
Desesperado, mirando al cielo, pidió la colaboración del caballero extranjero que lo había ayudado días antes.
La diosa Atenea volvió a aparecerse y lo animó diciendo:- Regresa al palacio y prepara provisiones para un largo viaje. Yo te proveeré de la mejor nave y de los hombres más valientes para que te acompañen en esta difícil empresa.
Telémaco partió hacia el palacio haciendo oídos sordos a las burlas de los pretendientes y buscó a su nodriza. Esta dulce anciana estaba encargada de cuidar las puertas del lugar donde se almacenaban los tesoros del reino bajo llave y le confesó sus planes.
La anciana se entristeció. Ya sufrían bastante con la ausencia de Ulises y pensaba que el joven era la única alegría de la reina Penélope. Temía que si zarpaba no regresaría jamás, dejando a su madre en manos de los nobles forajidos.
Telémaco la tranquilizó cuando le dijo que la diosa Atenea en persona le había dado ese consejo y le pidió que no dijera ni una palabra a su madre hasta que el se hubiera alejado.
La nodriza se convenció que si era el designio de los dioses, Telémaco debía cumplirlos y lo ayudó a conseguir las provisiones. La diosa Atenea hizo caer en un sueño profundo a los nobles y luego buscó a Telémaco en medio de la noche y lo llevó a la nave. Mientras navegaban, ella se sentó a su lado para animarlo.
Luego de navegar durante toda la noche, divisaron una isla. Allí preguntaron por Ulises, pero nadie sabía nada del Héroe de Troya.
Atenea dejó a Telémaco al cuidado de los gobernantes, y, transfigurada en águila, remontó vuelo alejándose de la isla.
Mientras tanto, en Itaca, Penélope no podía parar de llorar ya que extrañaba a su hijo, pero no sabía ni una palabra del viaje secreto y los pretendientes, que tampoco sabían donde estaba Telémaco, pensaban que se había internado en algún bosque a cazar.
Luego de varios días el dueño del navío se presentó en el palacio reclamando su nave ya que necesita emprender un viaje con urgencia.
Se armó un terrible revuelo. Los pretendientes decidieron, embarcarse para buscar a Telémaco y matarlo.
Penélope, sufría y lloraba sin interrupción. Un mal tras otro era demasiado para ella.
La nodriza al verla tan afligida, la tranquilizó diciéndole que la misma diosa Atenea lo acompañaba en su itinerario y que volvería sano y salvo de su viaje.
Mientras tanto, los pretendientes zarparon en la primera nave que encontraron y luego de navegar sin rumbo,decidieron desembarcar en una isla cercana para esperar el regreso de Telémaco y poder darle muerte.

Ulises en su Patria, Itaca


Ulises ya estaba en una playa apartada de Itaca sin saberlo, pues la diosa Atenea lo había cubierto de una espesa niebla.
Poco a poco, la diosa evaporó la niebla mientras le explicaba lo ocurrido en su isla durante su larga ausencia.
Ulises, le rogó a la diosa que no lo abandonara a su suerte y la diosa le habló con ternura:- Jamás te abandonaré, Ulises. Debes seguir mis consejos al pié de la letra: Primero debes esconder todos los tesoros que el padre de Nausica te obsequió- Hecho esto, lo transformó en un pobre y harapiento anciano y le dijo:- Ahora debes dirigirte a la cabaña del porquerizo que cuida los cerdos de tu palacio, pues ese hombre siempre te ha sido fiel y sigue sus indicaciones.
Después de darle esos consejos, la diosa Atenea volvió a convertirse en águila para alejarse volando sobre el mar.
Ulises hizo exactamente lo que la diosa le indicó.
Al acercarse al porquerizo, los perros que estaban a su lado se abalanzaron gruñendo y ladrando. El porquerizo los contuvo para que no lo ataquen y luego le dijo mientras lo invitaba a sentarse en su cabaña:- No temas. No creo poder soportar otra desgracia si mis perros te lastiman.- y continuó- Hace muchos años que nuestro rey emprendió un largo viaje y nadie supo nada de él. La reina Penélope y su hijo Telémaco, además de sufrir esta larga ausencia, tienen que soportar los acosos de unos nobles que se instalaron en el palacio, forzándola a que elija un esposo entre ellos.
Mientras relataba esta historia, le ofreció una copiosa comida y Ulises se sintió a salvo junto a ese fiel servidor.
Al mismo tiempo, en una isla lejos de allí, la diosa Atenea pasó a buscar a Telémaco y le ordenó que se embarcara cuanto antes hacia Itaca. Para que los pretendientes no lo descubrieran lo envolvió en niebla y así pudo llegar a Itaca sin contratiempos.
Telémaco desembarcó muy cerca de la cabaña del porquerizo y pasó a saludarlo ya que era una de las pocas personas que merecían su confianza.
El porquerizo no podía disimular la emoción al ver a Telémaco sano y salvo y lo invitó a comer junto a Ulises transformado todavía en un pobre mendigo.
Ulises, al ver nuevamente a su hijo hecho hombre y contemplando su buena educación y su trato amable se sintió orgulloso.
Telémaco le ordenó al porquerizo que corriera hasta el palacio para avisarle a su madre que había regresado y que se encontraba bien.
Cuando el porquerizo se fue, la diosa Atenea transformó a Ulises nuevamente a su aspecto verdadero, vestido con el lujoso traje que el rey de los feacios le había regalado para presentarlo ante su hijo. Telémaco al verlo, pensó que estaba ante uno de los dioses del Olimpo, pero Ulises le dijo:- Telémaco, soy Ulises, tu padre, que he regresado luego de diez años de ausencia.-Se abrazaron apretadamente sin poder creer que este ansiado momento llegaría algún día, y luego trazaron un plan para deshacerse de los pretendientes.
Antes que regresara el porquerizo, la diosa Atenea volvió a transformar a Ulises en el andrajoso anciano para que nadie sospechara nada.
El porquerizo regresó con muy malas noticias. Los nobles estaban furiosos porque Telémaco había escapado de sus manos y ahora juraron matarlo no bien lo vieran.
Por la mañana muy temprano, Telémaco regresó al palacio donde lo recibieron su nodriza y su madre. No pensaban que lo volverían a ver y por lo tanto no dejaban de besarlo y abrazarlo.
Mas tarde, el porquerizo acompañó a Ulises, todavía en forma de pobre mendigo hasta la ciudad. De repente, Ulises se topó de frente con su fiel pero Argos, que ya estaba muy viejo. El perro lo reconoció no bien lo vio y se acercó rengueando y meneando la cola, pero tan grande fue el júbilo de Argos que su corazón no resistió el impacto y cayó muerto al instante.
Ulises lloró la muerte de su devoto amigo y luego se acomodó a las puertas del palacio, donde Telémaco le mandó servir un copioso almuerzo.
Cuando terminó e comer, Ulises entró al palacio, donde estaban los nobles que lo trataron con desprecio mientras le arrojaban restos de comida como si fuera un animal. Uno de los nobles, asestó a darle un golpe con un banco mientras lo arrojaba de la sala.
Ulises volvió a acomodarse en las puertas del palacio y, aprovechando que los nobles regresaban a sus casas por la noche, junto a Telémaco agruparon todas las armas que los pretendientes habían dejado tiradas por el lugar y las escondieron.
Bien entrada la noche, Ulises volvió a entrar al palacio, confundido entre los sirvientes se sentó en un rincón. De repente entró a la sala la reina con un grupo de damas y se sentaron junto al fuego.
Cuando Penélope advirtió la presencia del pobre mendigo le dijo a la nodriza:-Mira el aspecto de ese pobre hombre. Parece que ha viajado mucho. Ve a buscar un cántaro y lávale los pies.
La nodriza salió rápidamente a cumplir las órdenes de la reina.
Esta anciana había estado muchos años bajo las órdenes de Ulises y conocía muchos detalles. Por ejemplo, que Ulises cuando era joven había sufrido la mordedura de un jabalí durante una cacería. Eso le produjo una cicatriz imborrable en el tobillo y la nodriza la conocía de memoria. Cuando comenzó a lavarle los pies y vio ese signo inconfundible, la nodriza pegó un salto, arrojando el cántaro y dando un grito:-!Tu eres Ulises! Esa cicatriz solo puede ser tuya.
Ulises hizo callar a la nodriza para no ser descubierto y la diosa Atenea, para que Penélope no presenciara esta escena, nubló la mente de la reina y ella ni vio ni escuchó nada.
Penélope, se levantó de su sillón junto al fuego porque ya era hora de ir a descansar. Al pasar junto al mendigo le dijo:-¿Ves esas doce hachas colgadas una junto a la otra en la pared? Mi marido acostumbraba disparar doce flechas entre ellas con gran exactitud. Ahora que mis pretendientes han descubierto mi truco de la tela que nunca se termina, les dije que me casaría con el que lograra hacer lo mismo que hacía mi esposo.
El mendigo tomándole la mano le dijo dulcemente:-No te preocupes, Reina Penélope. Cuando se realice la competencia, Ulises en persona disparará las flechas como en los buenos tiempos.
La reina le respondió con una sonrisa mientras pensaba cuanto le cambiaría la vida si esas palabras se hicieran realidad.
Al día siguiente comenzó la competencia. Los nobles estaban ansiosos por obtener el premio mayor: la reina Penélope y el reino de Itaca. Reían y se restregaban las manos entusiasmados mientras esperaban en fila su turno.
De repente, la reina hizo su aparición en la sala con el famoso arco de Ulises. Se lo entregó a Telémaco para que comenzara la competencia y se retiró para no tener que soportar semejante tormento.
Telémaco colocó las doce flechas de bronce y alcanzó el arco al primer noble de la fila. Este ni siquiera tuvo fuerza para flexionar el arco.
Uno tras otro fueron pasando para probar sus fuerzas y uno tras otro fracasaron en el intento, perdiendo así su oportunidad de conseguir el premio.
De pronto, el viejo mendigo se levantó y tomando el arco entre sus manos, disparó las doce flechas con gran precisión quedando justo entre las hachas.
Luego, con voz semejante a un trueno gritó:- La competencia ha terminado. Yo soy el dueño de mi esposa y de mis bienes por derecho propio.-Y a continuación, agregó:-Ahora elegiré otro blanco.-Paso seguido, comenzó a disparar sus flechas contra los pretendientes dándoles muerte de a uno por vez mientras suplicaban clemencia de rodillas.
-¡Ah! ¿Creían que no regresaría? Mientras no estaba malgastaron mi fortuna y acosaron a mi esposa. Pues aquí estoy yo y a ustedes les ha llegado su fin.
Algunos nobles trataron de defenderse, pero Ulises luchó valientemente y con todas sus fuerzas intactas dejando un tendal de cadáveres a su alrededor.
Cuando la nodriza vio ese espectáculo fantasmal se horrorizó. Pero su espanto duró poco, ya que reconoció a Ulises y salió corriendo a buscar a la reina para contarle lo ocurrido.
Cuando Penélope entró a la sala no podía creer lo que sus ojos veían. La emoción no le permitía reaccionar.
Telémaco al verla tan desconcertada le dijo:- ¿Qué te ocurre madre? ¿No reconoces a mi padre?
Penélope reaccionó ante las palabras de su hijo y corrió al encuentro de Ulises para fundirse en un abrazo interminable.
Este es el fin de las aventuras de Ulises.

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